VIGESIMOCUARTA VENTANA
“No hay dios sino Él, todo perecerá excepto Su faz. Suyo es el juicio y a Él habéis de regresar”, (28:88).
La muerte es como la vida, una prueba clara de la servidumbre, el argumento más fuerte que prueba la unicidad, como dice la noble aleya:
“Quien creó la muerte y la vida”,(67:2).
La muerte no es inexistencia, ni ejecución, ni aniquilación, ni un juego frívolo, ni extinción de la esencia sin intervención, si no que es una dispensa del trabajo por parte de un Sabio Regente. La muerte es el cambio de un lugar por otro, de un cuerpo por otro, el término de una labor, escapar de la prisión corporal y la creación de un nuevo sistema de acuerdo a la sabiduría divina.
Los seres vivos prueban con su existencia al Vivo Creador, pero de igual forma, su muerte supone un testimonio de la eternidad y unicidad de Éste.
Cuando el invierno deja caer su manto de nieve blanca sobre la superficie primaveral, mueren los que presumían de la vida sobre ella, la visión de la muerte traslada la mirada del hombre lejos de ese instante; su imaginación lo transporta al pasado, en donde han sucedido funerales de primaveras marchadas. Entonces, se desvela la visión de la vida y la muerte más ampliamente que la limitada visión del presente.
Eso es, porque cada primavera que se marcha de entre las incontables primaveras, está llena de maravillas del poder divino que informan al ser humano la llegada de criaturas por las que fluye la vida, poblando la Tierra en la siguiente primavera.
Aquí encontramos que la muerte de la primavera ofrece una prueba tan evidente de la existencia del Glorioso Creador, que te obliga a decir repentinamente:
“Creo en Allah el Uno y Único”.
De acuerdo con la sabiduría que se desprende de la noble aleya:
“Y le da vida a la tierra después de muerta”, (30:19).
La tierra, con su muerte, dirige las miradas a la contemplación de las maravillas del poder divino que adorna ambas alas del tiempo; el pasado y el futuro.
Allah muestra ante los ojos del ser humano esta muerte, mediante miles de primaveras, que albergan a su vez miles de maravillas.
La superficie de la tierra que vendrá en el futuro, floreciente por la primavera rebosante de vitalidad, es un testimonio más sólido que la primavera actual, pues cada primavera que viene, lo hace desde la inexistencia y es enviada a un lugar concreto, con una función especial.
Aquello que no muestra su sabiduría y su fuerza en el futuro próximo, sin dejar huella en el pasado que se aleja, ¿cómo podría intervenir en la vida de esta tierra? ¿Acaso la casualidad o la “naturaleza” pueden interceder en este asunto?
VIGESIMOQUINTA VENTANA
El golpeado apunta necesariamente a un sujeto activo: el golpeador. De igual modo, el creado firmemente es resultado del creador firme, la existencia del niño implica la de un progenitor, el “abajo” hace necesario un “arriba” y así sucesivamente.
Los científicos denominaron estas cualidades con el término de “asuntos relativos”. Es decir, la relatividad; no se consigue el uno sin el otro.
Todo lo que contienen estos asuntos en cuanto a “posibilidad”, ya sea en la parcialidad o totalidad del cosmos, indica la existencia de la “necesidad”. La receptividad que observamos en el todo indica un solo acto, igual que el creacionismo implica criaturas y creador o que la pluralidad y construcción requieren la unidad.
La necesidad, el acto, el creacionismo y la unidad requieren necesaria y espontáneamente al calificado como “el Necesario, el Hacedor, el Creador y el Único”, que no es ni posible, ni impresionable, ni criatura, ni plural, ni construído.
Las cualidades de criatura y provisión indican igualmente al “Creador Sustentador,” y al “Constructor Compasivo”; es decir, todo lo existente testimonia “la Esencia más Sagrada para la necesidad de existencia”, así como Su infinidad de hermosos nombres a través de esas, también, innumerables cualidades.
VIGESIMOSEXTA VENTANA
Los diversos tipos de belleza floral y las clases de bondad que brillan sobre la faz de la existencia, rápidamente desaparecen, para ser nuevamente renovados, sucediéndose la belleza. Se muestra como una de las sombras de la manifestación de la belleza eterna, inalcanzable, infinita. El destello de las burbujas sobre el agua reluciente y su sucesión indican que las burbujas, la espuma y las ondulaciones sobre la superficie del agua representan espejos que reflejan los rayos de un sol duradero. Las formas de belleza reflejadas en la existencia que fluye por el río del tiempo en movimiento, señalan una belleza eterna, perenne.
El corazón del cosmos funciona con un amor vera y auténtico que indica un eterno amado. Al igual que no hay nada en la fruta que no esté en el propio árbol, el dulce amor divino se apodera del corazón de las personas (que es el fruto del árbol del universo). Este amor que posee el corazón de la existencia manifiesta un amado eterno.
Lo que fluye por los atentos corazones de la gente pura y recta, el sentimiento de proclividad y atracción, lo que los desvela de la existencia y la ternura y anhelo que desbordan, indica que los arcos que cubren el universo sufren igual que las personas, a punto de agrietarse por la enorme fuerza de atracción que se muestra con distintas imágenes. Esta atracción sólo se produce por un auténtico atrayente y una gravitación eterna.
Los nobles awlyá (walí; cercano a Allah), que son la gente más suave y bondadosa, gente de descubrimiento en el plano de la experiencia sensible, anunciaron unánimemente que sus tinieblas interiores se disiparon con las luces del amanecer de la manifestación del Glorioso. Después saborearon el dulce conocimiento de Allah, buscando Su amor.
El cálamo de la belleza y la bondad, que produce formas en la existencia, indica claramente la perfección de los nombres del portador de ese cálamo mágico. ¡Necio arrogante hundido en las tinieblas del mundo material e imaginario, estrangulado con las cuerdas de la incertidumbre, vuelve al camino, defínete como persona y observa a través de estas ventanas la perfección en la unicidad!
VIGESIMOSÉPTIMA VENTANA
“Allah es el Creador de todas las cosas y sólo Él tiene poder para determinar el destino de todas las cosas”,(39:62).
A través de esta ventana nos adentraremos en las “causas” y los “causantes” de la existencia en el cosmos. Veremos que la causa más noble y excelsa está sometida al más próximo de los causantes, siendo incapaz de comprender el resultado de éstos. Las causas no son más que velos y cortinas, pues lo que crea a los “causantes” no son aquellas.
Aclaremos esto con algunos ejemplos:
La memoria en la mente del ser humano, siendo del tamaño de un grano de mostaza en uno de los rincones del cerebro, se asemeja a un libro enciclopédico o incluso a una biblioteca temática sobre la vida de esa persona, ya que contiene el registro de todos los hechos de su vida sin ser mezclados u omitidos. ¿Qué causa se puede aludir para explicar esta maravilla del poder divino?¿Acaso las circunvoluciones cerebrales? ¿Es que pueden memorizar y registrar las partículas que hay en las cavidades del cerebro y que carecen de sentimientos? ¿Y el poder de una coincidencia ciega?
Es imposible que ocurra esta increíble maravilla si no es con la creatividad de un “Sabio Constructor”, que hace de la memoria una biblioteca que recopila las páginas del libro de las acciones del ser humano, para recordarle que su Señor no omite nada, ni pequeño ni grande, sin que se le muestre en el inmenso Día de la Retribución.
Si preguntásemos hipotéticamente al sol, que se piensa que es una causa enorme, otorgándole razón y discernimiento: ¿Eres capaz de crear el cuerpo de una simple mosca?; Sin duda contestaría: “La luz que me ha dado mi Señor y los colores y el calor de los que me ha colmado, no me dan capacidad de crear, ni poseo los requisitos necesarios para su creación. Ese asunto está completamente por encima de mi poder.”
La aparente invención de los causantes y su magnífica belleza, despoja a las causas del poder creador, nos indica mediante su lenguaje expresivo el efecto de las causas, entregando todo el asunto a Allah; tal y como aparece en la noble aleya:
“Y a Él retornan todos los asuntos”,(11:123).
De este modo, los resultados que penden de los causantes, sus objetivos y beneficios obtenidos, muestran de forma natural que tras el velo de las causas hay un Señor Generoso, Sabio y Misericordioso al que pertenece la creación de todas las cosas.
Él es el que hace de esos beneficios el fin de la existencia de cada cosa. Por ejemplo:
Las causas aparentes en la formación de la lluvia son absolutamente incapaces de mostrar compasión por los animales, ni de observar sus asuntos descendiendo abundante y trae inmensos beneficios. Los maravillosos adornos para ellos con misericordia. Así pues, el que asegura la provisión es el Creador, que envía la lluvia que cubren de belleza a todos los animales y plantas, anuncian tras el velo de lo oculto al Señor que todo lo dispone, dándose a conocer ante las criaturas que lo aman, indicando dos de Sus atributos: el Conocido y el Amado.
La conclusión que obtenemos es que las causas, que vemos como hechos muy comúnes, se basan en causantes recios y sólidos que las hacen incapaces de crearse por sí mismas. El objetivo y los beneficios del efecto elevan las causas entregándolas al Sabio Creador.
¡Pobre esclavo de las causas! ¿Cómo te convences con tus ilusiones? Si eres justo, desgarra el velo de las causas y di: “Él es Allah, Único sin asociado”; y libérate de las crueles cadenas de la ilusión.